Esta semana me la he pasado queriendo entender qué está pasando en el mundo y preguntándome qué nos depara el futuro.
Por más que lo tratemos, no lo sabremos a ciencia cierta.
Es entendible que sintamos una gran incertidumbre. No hay nada malo en que exterioricemos esos sentimientos, pues al hacerlo, ya comenzamos a gestionarlos.
Lo que sí es muy importante para nuestra salud mental es que nos protejamos de la especulación y la desinformación que solo aporta mayor ansiedad y desesperanza.
Estar todo el día pegados a las noticias no resuelve nada y solo exacerba la angustia. Claro que es fundamental que estemos informados, pero debemos cuidar no convertirnos en presa del delirio mediático. Y sobre todo, saber identificar qué de lo que nos llega es una opinión, una conjetura, y qué realmente es una pieza de información que tiene fundamento.
Yo decidí ponerme un horario para entrar a ver las noticias. Una media hora en la mañana y otra al final del día (un par de horas antes de acostarme, no a la hora de irme a la cama, pues me quedo inquieta y me cuesta trabajo dormirme).
Las mejores fuentes son los medios de récord, no las notas sin firma de una autora o autor que respalde la veracidad de lo que se reporta y que ofrezca referencias sólidas.
No estoy compartiendo videos, ligas, ni nada que me llega por WhatsApp y otros canales. Como siempre ocurre, se circulan noticias ficticias, informes tergiversados, o vaticinios fatalistas, y la gente los disemina indiscriminadamente. No voy a invertir tiempo para estar corroborando que esa información sea fidedigna. Por lo tanto, prefiero detener la cadena y no pasarlos.
Bien sé que la historia depende de quien la cuenta. No tengo suficiente información de fondo, y aunque me inmerja en esta para formarme una opinión propia (no alimentada por los medios masivos), sé que lo que está ocurriendo es algo con muchos antecedentes y probablemente no alcanzaré a conocer ni entender a cabalidad todos los lados de la historia. Por lo tanto, siento que no estoy en posición de tomar un bando.
Mi postura es que a estas alturas de la humanidad, los pueblos no deberían sufrir el terror de la guerra para resolver un conflicto. Los niños, madres y padres, las familias y amigos de todos y todas sufren, indistintamente si eres del lado victorioso o el lado derrotado.
En conclusión, si nos ponemos a ver, la vida en sí es incierta, aunque muchas veces nos engañamos pensando que ya tenemos todo dominado y planificado. Puede haber muchos desenlaces y no hay forma de saber cuál, aunque nos saturemos de información.
Reconocer que hay cosas que no podemos controlar y que solo podemos manejar cómo reaccionamos a eso que se nos presenta, es liberador.
Hay que vivir en el presente. Un día a la vez. Con la mayor cantidad de optimismo que podamos recabar.
Espero que estas ideas te ayuden a sobrellevar estos días complicados.
Esto también pasará.
Nota: Esta entrada es del 27 de febrero de 2022, la semana cuando comenzó la guerra entre Rusia y Ucrania.