Una tarde de invierno, explorábamos las playas de noroeste de California, y llegamos a un pueblo costero llamado Fort Bragg. Allí, hay varias playas famosas por haber sido antiguos establecimientos nativo-americanos. Afortunadamente, la ciudad se ha dado a la tarea de promover orgullosamente la historia del lugar, desplegando múltiples letreros con fotos y relatos a través de la costa. Esta playa también es famosa por tener mucho cristal marino, que no es otra cosa que remanentes de botellas y otros artículos de vidrio que se han pulido con el salitre, el movimiento del mar, y que han regresado a la costa, confundiéndose con la arena, los caracoles, conchas, piedras, algas y añadiendo un atractivo adicional a este sitio.
Allí andaba tomando fotos y disfrutando el paisaje, cuando noté una pila de piedras, cuidadosamente montadas sobre un tronco. Aquel “Jenga” natural captó de inmediato mi atención y me acerqué para experimentar una lección de fotografía y también de vida: Todo es según el ángulo con que se mira.
Foto 1
Esta es la foto cuando me agaché, con la cámara al nivel de la estiba de piedras y me acerqué para enfocar las piedras exclusivamente.
Foto 2
Así es como se aprecia cuando daba unos pasos hacia atrás y colocaba mi lente desde un punto de vista más alto y alejándome un poco de la escena.
Foto 3
Así es como se ve cuando se toma a unos 10 pies de distancia.
Hmm… como dicen en los juicios de la tele, “Nada más con el testigo”.
Cuando sientas que hay algo muy grande que no te permite ver más allá. Toma un paso hacia atrás.
Trata de ver todo el panorama.
Piénsate eso.