México me ha regalado la posibilidad de acercarme al arte mucho más de lo que jamás pensé. Y aunque no me considero una conocedora, sí me gusta asomarme a exhibiciones y ver el trabajo de artistas que, a veces, despiertan algo: curiosidad, inspiración, muchas preguntas.
Poco a poco me doy cuenta de cómo el arte se filtra en la cultura —cómo define formas de ver, de nombrar, de imaginar y hasta dar por hecho cosas que no necesariamente conocemos.
Supe de esta exposición por un amigo que trabaja en el Philadelphia Museum of Art, que viajó a la Ciudad de México para acompañar el préstamo de una pieza de Covarrubias perteneciente a la colección del museo.
Investigué que Covarrubias vivió en Estados Unidos y retrató la bohemia neoyorquina después de recibir una beca del gobierno mexicano para trasladarse a Nueva York a los 19 años.
Ahí, en la década de 1930, colaboró con la revista Vanity Fair, donde realizó caricaturas y varias portadas con figuras como el alcalde de Nueva York, Greta Garbo y el dictador italiano Benito Mussolini.

Pero Covarrubias no fue solo caricaturista. También fue ilustrador, escenógrafo, diseñador de vestuario, autor, cartógrafo y etnógrafo autodidacta. Participó en investigaciones sobre culturas indígenas de México, diseñó escenografías para obras de danza, y escribió libros donde combinaba texto, dibujo y observación con una mirada muy personal sobre los lugares que visitaba.
En la exposición, noté el color saturado, los cuerpos sólidos, las escenas “exóticas” y me recordó a Gauguin. Supuse que la obra de Covarrubias también es cuestionable porque representa otras culturas de forma sexualizada, con una mirada externa que simplifica y estereotipa, sin entender del todo el contexto ni la complejidad de lo que está retratando.
Lo cierto es que aunque hoy nos damos cuenta de lo insensible, también nos ayuda a entender un momento. Nos muestra cómo antes la gente creía que lo “diferente” era raro, o pintoresco, o salvaje —cuando simplemente era otra forma de habitar el mundo.
Covarrubias se acercó a Bali y al Istmo de Tehuantepec. Según explican, Covarrubias lo hizo con un poco más de respeto, e incluso dicen que con curiosidad genuina. Sus libros Island of Bali y Mexico South recogen su experiencia.
En su serie de mapas del Pacífico, ahí el orden cambia: Europa no está en el centro, ni las fronteras son líneas rígidas. Lo que se ve son rutas, flujos, conexiones. Como si el mapa no quisiera dividir el mundo.
Me quedé pensando en cómo una imagen puede informar, enseñarnos lo desconocido o reforzar estereotipos. Me pregunté cómo funciona eso en el presente, cuando estamos sobreexpuestos a imágenes, información y opiniones de todo tipo… y qué tanto estamos filtrando lo que vemos, o solo dejándonos llevar. Tal vez por eso sigue siendo útil detenerse. Ver con calma. Y preguntarse qué realmente hay detrás de lo que estamos mirando.
