Susan B. Anthony House, Rochester NY

Explorando la vida y legado de Susan B. Anthony

En marzo de 2025, tuve el privilegio de visitar la casa de Susan B. Anthony en Rochester, Nueva York. Ella fue un ser extraordinario que dedicó su existencia a la lucha por los derechos de las mujeres, especialmente el sufragio femenino en los Estados Unidos.

Quedé muy impresionada con la dedicación de los encargados del museo, que, sin detenerse ante múltiples dificultades, lograron restaurar su hogar y recrearlo tal como fue, a pesar de que en su tiempo casi no había fotografías. Saber que aún hoy recuperan algunas de sus pertenencias es testimonio del respeto y la admiración que Susan cultivó en muchos rincones de Estados Unidos, así como del impacto de su vida dedicada a la lucha por la equidad y la justicia, una batalla que, claramente, no es una línea recta y en la que todavía hay mucho por superar.

Susan B. Anthony nació el 15 de febrero de 1820 en Adams, Massachusetts, en una familia que profesaba la religión cuáquera. Los cuáqueros fueron pioneros en la lucha contra la esclavitud, apoyando activamente los esfuerzos clandestinos de afroamericanos para escapar de la opresión en el sur del país (conocido como el Ferrocarril Subterráneo) y abogando por la abolición décadas antes de que fuera una causa popular.

La familia Anthony se mudó a Rochester tras algunos altibajos financieros, pues era una ciudad próspera y un lugar idóneo para reemprender. Su ubicación en las riberas del río Genesee le proporcionaba energía hidráulica para industrias emergentes y la producción de harina. Además, su conexión con el Canal de Erie facilitaba el comercio y el intercambio cultural. Muchos inversionistas e intelectuales se asentaron en el área, convirtiéndola en uno de los epicentros del pensamiento progresista en el siglo XIX. Esta mentalidad promovía la educación como motor de cambio social y ofrecía instrucción básica a mujeres blancas y a hombres afroamericanos, aunque solo estaba al alcance de algunas clases sociales.

Desde joven, Susan, quien obtuvo un título como docente, se involucró en movimientos abolicionistas y en la lucha por la limitación del consumo de alcohol, pero fue la causa del sufragio femenino la que se convirtió en su misión de vida. En 1851, conoció a Elizabeth Cady Stanton, una mujer también educada, con quien formó una alianza estratégica que impulsó el movimiento por los derechos de las mujeres. En esta lucha se involucraron miles de mujeres, muchas de las cuales, tristemente, la historia ha olvidado.

Cady Stanton había escrito y presentado en 1848 un controvertido documento llamado la Declaración de Sentimientos (Declaration of Sentiments), que enumeraba las injusticias que sufrían las mujeres, incluyendo la falta de acceso a la educación superior y a profesiones bien remuneradas, la subordinación legal a sus esposos en el matrimonio y la exclusión de la participación política, incluyendo, por supuesto, el derecho al voto. Años después, Susan B. Anthony jugó un papel crucial en la difusión y consolidación de las ideas de dicho documento.

Susan se rodeó de muchas otras personas que compartían su visión y que le ayudaban a mantener la firmeza que requería la lucha. Entre ellas estaba Frederick Douglass, un exesclavo convertido en un destacado abolicionista. Ambos compartían la visión de una sociedad más justa e igualitaria. Su relación, que abarcó más de cuatro décadas, fue fundamental en la promoción de los derechos civiles y de las mujeres, aunque no estuvo exenta de tensiones, especialmente cuando sus causas parecieron divergir. La aprobación de la Decimoquinta Enmienda, que otorgó el derecho al voto a los hombres afroamericanos, generó desacuerdos entre ellos. Anthony interpretó este avance como una afrenta hacia las mujeres, distanciándose de Douglass y sus partidarios. Se dice que, tras esa aprobación, Anthony adoptó una postura más radical y excluyente. El tiempo, la madurez y el avance de la lucha por los derechos civiles y de las mujeres ayudaron a subsanar estas divisiones, permitiendo que su amistad y colaboración perduraran hasta el último aliento de Douglass.

En esta misma casa, Anthony fue arrestada en 1872 por votar ilegalmente en las elecciones presidenciales, desafiando las leyes que prohibían el voto femenino. Se dice que el policía ni siquiera llevaba esposas, pues nunca antes había tenido que arrestar a una mujer. Su estancia en la cárcel fue breve, pero significativa para el movimiento.

A pesar de esto, las autoridades intentaron minimizar y restarle importancia a sus reclamos para evitar que se convirtieran en focos de atención y para no inspirar a más mujeres a seguir su ejemplo. Invisibilizándola y tratándola como una simple agitadora, esperaban que su movimiento se desvaneciera. Pero Anthony no se amilanó; aprovechaba cualquier oportunidad para difundir sus argumentos, demostrando su temperamento indomable y su inquebrantable compromiso con la lucha.

Vestía de negro para evitar distracciones y también como una forma de honrar sus raíces cuáqueras, aunque no profesaba la religión directamente. Pude ver algunos de sus vestidos, elaborados en finas telas con brocados exquisitos. También vi su famosa cartera de piel de cocodrilo, un accesorio inusual para una mujer de su época, que se convirtió en parte de su imagen distintiva. Más que un simple objeto personal, simbolizaba su independencia y liderazgo, ya que en ella solía llevar dinero (impensable para una mujer en esos tiempos), documentos importantes, discursos y peticiones para el sufragio femenino.

Algo que no conocía de ella es que tenía estrabismo, una condición que hacía que sus ojos no estuvieran alineados correctamente, lo que influía en su preferencia por ser retratada de perfil en fotografías y pinturas. Decía que quería ser recordada por su mensaje, sin desviar la conversación hacia su aspecto físico.

A lo largo de su vida, viajó incansablemente por todo Estados Unidos, enfrentando condiciones adversas para promover su causa. ​En el museo hay un mapa impresionante que muestra sus viajes, la mayoría en carreta, que realizó hasta semanas antes de su muerte en 1906, 14 años antes de la aprobación de la Decimonovena enmienda que permitió el voto en 1920.

Esta casa en Rochester no solo fue su hogar, sino también el cuartel general del movimiento sufragista, donde se organizaban estrategias, se escribían peticiones y se planeaban acciones que parecían imposibles en su momento. Cuentan que, cuando la recámara utilizada para estos menesteres se hizo pequeña, Susan mandó construir un tercer piso en la casa para llevar a cabo reuniones y permitir que el equipo trabajara unido bajo un mismo techo.

Cada rincón de esa casa guarda el eco de una lucha que parecía imposible y que aún continúa viva. Imaginar el murmullo de las conversaciones apasionadas, las manos firmes plasmando argumentos en papel, el peso de una causa que parecía inalcanzable, fue un recordatorio poderoso. Los derechos que hoy muchas disfrutamos fueron, en su momento, sueños lejanos de personas que se negaron a aceptar el “no” como respuesta. La historia no avanza sola: la empujan quienes se atreven a desafiarla. A la salida, me compré una pequeña cartuchera de tela que tiene impreso esta frase que me inspira tanto como la vida de Susan B. Anthony: She needed a hero, so she became one. (Ella necesitaba un héroe, asi que se que convirtió en uno).

Encontré esta breve serie estilo podcast dramático que cuenta más de la historia: https://open.spotify.com/show/4uQbE7k6IxT2xTEXKRXuW3